Una de las premisas de la consulta debería de ser un diagnóstico del papel que la ciencia ha jugado en la cultura y el desarrollo nacional. Contrario a lo que se expone en el discurso de muchos políticos recién llegados al tema, la ciencia de México existe y le ha servido al País. Una buena descripción aparece en el documento titulado“HACIA LA CONSOLIDACIÓN Y DESARROLLO DE POLÍTICAS PÚBLICAS EN CIENCIA, TECNOLOGÍA E INNOVACIÓN”. Este documento fue escrito por representantes destacados de la comunidad científica mexicana, y lo recomendamos a los interesados.

En este breve espacio quisiéramos destacar específicamente la labor de la ciencia ecológica en México a partir de 1970. En esta época se inicia la etapa del crecimiento institucional de nuestra ciencia ecológica. Para comprender el impacto de la ciencia ecológica haremos uso de tres ejes. El primero es el uso práctico que tiene la ciencia ecológica de México. Aquí habría que enfatizar el papel de los científicos en la conservación de las especies y de las áreas protegidas. Esta etapa se inicia con la defensa del Uxpanapa (Veracruz), la Chontalpa (Tabasco) y la cuenca del Usumacinta (Tabasco y Chiapas), con los estudios sobre la nucleoeléctrica de Laguna Verde (Veracruz), con la definición del concepto de “Reserva de la Biosfera”; y con el inicio de la formación y profesionalización de recursos humanos del más alto nivel. Con el pasar de unos pocos lustros, México ya contaba con suficientes ecólogos preparados, lo cual permitió que paulatinamente todas las áreas naturales de México contaran con planes de manejo, elaborados generalmente en sinergia con las comunidades locales. Los ecólogos mexicanos hemos sido siempre participantes activos, aunque a menudo derrotados, en la protección de manglares, arrecifes coralinos, humedales, selvas, bosques y matorrales. Hemos participado en la reintroducción o en la conservación de aves y mamíferos en peligro, ictiofauna, avifauna y especies de plantas amenazadas (Cicadáceas, cactáceas, orquídeas…). México cuenta con uno de los mejores sistemas de manejo de información sobre la biodiversidad del mundo gracias a sus ecólogos y taxónomos. Existe un documento que compila algunos (100!) de los más interesantes casos de éxito en la conservación de la biodiversidad de México, el cual también recomendamos a los interesados en profundizar al respecto. Todo lo referente al manejo y conservación de la biodiversidad de nuestro país está permeado por la existencia y labor de miles de personas preparadas en ciencias relacionadas con la ecología. Esto sucede actualmente. Sucede ya. Sucede hoy.

El segundo eje es uno extremadamente difícil de cuantificar. Se trata del desarrollo de la cultura científica del país. Esto es, la cultura de incluir en los procesos sociales de negociación la mejor información disponible, así como argumentos racionales, en la toma de decisiones; de modo que éstas no se gesten sobre la base de ortodoxias religiosas, políticas o ideológicas. Sabemos que esto es en la práctica (y un poco en la teoría) bastante difícil, pero este ideal es uno de los pilares de las sociedades modernas. La cultura científica se fortalece con  las mil y una pequeñas acciones de científicos y científicas, tanto los muy renombrados como los no famosos. Sus conferencias en radio y televisión, los blogs en internet, sus escritos en periódicos y revistas, sus visitas a escuelas primarias, secundarias y preparatorias, sus libros de divulgación, su participación en olimpiadas de ciencia, en concursos escolares, en clubes de observación de aves, de mariposas…, en concursos de fotografía científica, en el cine, en vídeos… se trata, literalmente, de miles de actividades realizadas en su mayoría sin bombo ni platillo, y llevadas a cabo por gran parte de los ecólogos y biólogos de México. Crecientemente se trata de científicas que juegan un papel determinante en la investigación y protección de ecosistemas y especies, y que son capaces de entusiasmar a los jóvenes de una manera extraordinaria. Esta labor de creación de la cultura racional y secular  caracteriza a una sociedad democrática, justa e innovadora, y es realizada, en general sin reconocimiento institucional, por los miles de ecólogos y ecólogas con posgrado con los que cuentan todos los Estados de la República.

Finalmente, el tercer eje es cuantitativo y fácil de estudiar. Se trata de los resultados formales del trabajo científico. Esto es por lo que se nos paga, por decirlo de manera brusca, y se mide a partir de la cantidad de publicaciones científicas generadas por los ecólogos. Entre 1970 y 2018, se han publicado 16,623 artículos científicos, por mexicanos, con los temas incluyendo los caracteres “Ecolog*”, “Biodiv*”, “Conserv*” (datos de Web of Science). Esto permite incluir publicaciones en Castellano e Inglés, pero se excluyen los artículos sobre agronomía, silvicultura, pesquería, etc. Por lo tanto los resultados representan una cota inferior. El crecimiento es exponencial, con una tasa de 0.16 al año, lo cual implica que cada 9 años se duplica el número de trabajos publicados por los ecólogos mexicanos. La ciencia ecológica de México tiene amplio reconocimiento internacional. Existe una “escuela mexicana”  en muchas subdisciplinas de la ecología, empezando por la ecología tropical, vegetal, de la restauración, bionformática, macroecología, entre muchas otras. Si bien ver el trabajo de la ciencia ecológica de México usando las publicaciones científicas quizá sea de poco interés para los legos, es este el indicador principal que el CONACyT utiliza para valorar sus resultados. En este sentido, en América Latina, México es superado solamente por Brasil, un país tres veces más grande en población y 1.5 veces más grande en PIB.

La conclusión que proponemos es que en México, pese a las deficiencias personales y estructurales, la inversión que la sociedad ha realizado en la educación de sus científicos en ecología, y sus instituciones públicas, ha tenido un rendimiento que rebasa por mucho lo anecdótico. México cuenta con una sólida base científica, productiva y comprometida con las necesidades del país. Esta es una base sobre la cual construir, y una comunidad a la cual incorporar, de acuerdo con sus modos y preferencias, sin imponer agendas cupulares. Una verdadera consulta sobre una ley de ciencia debe realizarse incluyendo de manera participativa a esta base, sin descalificaciones, aun cuando existieran diferencias de puntos de vista. Ignorar olímpicamente 50 años de historia para decidir que la última novedad política es la buena, no solo es injusto, sino que pone en riesgo la gran inversión que la nación ha realizado ya. Esperamos que la consulta se haga en serio y se permita a la comunidad expresarse libremente, asimismo que las nuevas autoridades tengan la humildad de aceptar opiniones diferentes, en caso de que las haya, y de aquilatar la base existente, sin pretender que todo lo hecho en el pasado estaba equivocado o solamente beneficiaba a unos pocos privilegiados, pues nada estaría más alejado de la verdad.


México CDMX 14 marzo del 2019
Prof Jorge Soberón