Vivimos tiempos de mucha confusión. En vez de que las sociedades avancen con ciudadanías más educadas, informadas y racionales, pareciera que nos movemos en sentido contrario. Las supersticiones, las formas más extremas de religiosidad, y la charlatanería desbocada ganan terreno. Un ejemplo es el renacimiento de prácticas curativas disfrazadas o vendidas como “conocimientos ancestrales” o “saberes tradicionales.”
Publicado en:Editorial