Alopatía es una palabra que Samuel Hahnemann, creador  de la pseudociencia de la Homeopatía, acuñó para referirse a  la medicina que se practicaba en su época, alrededor del siglo XVIII y principios del  XIX. La de esa época era un tipo de medicina mezcla de superstición, viejas tradiciones y especulación; era extremadamente agresiva y muchas veces mortal. Esta forma de tratamiento desapareció cuando en el siglo XIX los principios del pensamiento científico se aplicaron a la medicina y  muchas de esas prácticas fueron lentamente eliminadas al demostrarse su ineficacia y peligrosidad.

Actualmente a esa etapa de la medicina se le llama  " medicina heroica" debido a que se recurrían a medidas extremas o "heroicas" para tratar a los pacientes.

En esa época se creía que toda enfermedad requería medidas extremas para curar y por ello se usaban remedios tales como  purgantes, laxantes, vomitivos, lavativas y sangrías; también se recurría al uso de sustancias altamente tóxicas como el arsénico, el mercurio, el opio, el láudano, además de muchas plantas que  se clasifican como venenosas, pero se consideraban curativas por razones tradicionales.

La  “medicina heroica” estaba basada en los conceptos del médico griego Galeno (129–216). Galeno es famoso por ser quien popularizó la  teoría de los cuatro humores. En su época se creía que la enfermedad era producida por un desbalance de los humores del cuerpo.

Durante muchos siglos la teoría de los cuatro humores fue la base de la medicina europea. Hasta la fecha usamos la frase "estar de buen humor" para una persona sana y contenta,  y aún usamos los términos sanguíneo, colérico, flemático y bilioso  para referirnos a los temperamentos de las personas. Todos estos términos  provienen de esa vieja creencia griega de los cuatro humores.

La medicina del siglo XVIII retoma las ideas de Galeno pero las llevó al extremo al plantear que que para restaurar el balance se debería recurrir a  medidas extremas y “heroicas”, que muchas veces resultaban más peligrosas que la propia enfermedad. Por ejemplo, se han encontrado recetas de sangrías que piden extraer hasta un total  5 litros de sangre de los pacientes, aún cuando un adulto normal no tiene más de 3.8 litros.

Todavía hasta el siglo XIX se usaban compuestos venenosos de  mercurio para tratar la sífilis; el calomel, un compuesto de cloruro de mercurio se usaba como laxante o para purgar el sistema digestivo; la belladona, una de las plantas más tóxicas, se usaba como relajante muscular, antiinflamatorio y en gotas para los ojo. Otro remedio  era el láudano, que es una solución alcohólica de opio mezclada con vino blanco, azafrán, clavo, canela y que se usaba para reducir todo tipo de dolores  que abarcan desde problemas de dentición en los niños, hasta cáncer; el láudano también  se usaba para eliminar la tos en todo tipo de enfermedades, desde una simple gripe hasta una tuberculosis, e incluso se llegaba a recetar a los niños para que durmieran.  Los conceptos de “droga” eran distintos a los modernos.

Fue a esa  medicina del siglo XVIII a XIX o  "medicina heroica"  a la que Samuel Hahnemann (1755-1843) le llamó Alopatía, un término que ningún médico de su época aceptó y ninguno médico contemporáneo debería aceptar. Como alternativa a la medicina alópata o heróica, Hahnemann desarrolló su propio sistema médico, al cual llamó "Homeopatía".

Hanneman aceptaba la teoría  de los cuatro humores, pero intentó resolver el problema de  su desbalance de otra manera. Él concibió la idea de que los síntomas son la forma en que el cuerpo lucha contra la enfermedad.

Cabe mencionar que la idea parcialmente correcta, algunos síntomas si lo son, por ejemplo en el caso de la fiebre. La medicina heroica en contraste consideraba que los síntomas deberían suprimirse a cualquier costo.

A partir de este razonamiento se convenció de que una medicina "artificial" que produjera los mismos síntomas que la enfermedad real podía curar a esta última. Si una enfermedad tenía como síntomas fiebres y sudores, entonces una "medicina artificial" que produjera esas fiebres y sudores la debería curar. Curiosamente los productos que usaba Hanneman, eran los mismos que utilizaban  los "alópatas" y, por lo tanto, también eran tóxicos. Fue debido a esa toxicidad  que tuvo la idea de diluir más y más los medicamentos. La dilución que se usa actualmente para algunos  "medicamentos homeopáticos" es tan alta que equivale a dejar caer una gota de sustancia en un volumen de agua del tamaño del sistema solar.  Hasta la fecha la homeopatía utiliza diluciones de productos como el arsénico y extractos o derivados de varias plantas tóxicas; por ejemplo, recientemente los homeópatas han promovido el uso del veneno de una araña del Amazonas para curar el ébola, aduciendo que su veneno produce los mismos síntomas que esta enfermedad viral.  

La medicina homeopática fue un éxito en su momento, pero por las razones equivocadas. Comparado con la agresiva y peligrosa "medicina heroica", el no dar medicamentos reales -pues el principio activo está tan diluido que podemos considerar que no existe en la formulación que se receta al paciente- , aunado a  la comodidad del paciente, resultó mucho mejor para la salud de los enfermos y salvó muchas vidas al permitir que el cuerpo se sanara a sí mismo. Es decir, en realidad es la mejora en la salud del enfermo se debía al propio organismo, y no a la medicina homeopática, la cual no posee ninguna capacidad curativa.

Al mismo tiempo que Hahnemann especulaba e implementaba sus ideas, un visión más racional basada en la ciencia comenzó a introducirse en la medicina.  Por ejemplo, Ignaz Semmelweis demostró rigurosamente cómo la asepsia, es decir la limpieza y esterilización del material médico, podía salvar la vida de las mujeres que daban a luz. Joseph Lister introdujo los antisépticos, lo cual permitió hacer intervenciones quirúrgicas más complejas con bajo riesgo de infección. John Snow  demostró la correlación entre el cólera y el agua contaminada. Koch y Pasteur demostraron sin dejar dudas, que las enfermedades contagiosas son de origen bacteriano o viral y que se pueden tomar medidas para evitar el contagio, además de que se pueden desarrollar vacunas para proteger a la población.

Todo eso condujo a que a finales del siglo XIX  se iniciara una verdadera revolución médica, la cual comenzó con la introducción del método científico en la medicina moderna, incluyendo  sus cuestionamientos y dudas. Como resultado, se desplazó a la especulación, la tradición, las creencias mágicas y a las creencias esotéricas, todo lo cual está basado en una a una observación imperfecta y en interpretaciones erradas de los hechos.

Un primer paso fue reconocer que se necesitaba observar qué pasaba con los pacientes que no recibían ningún tratamiento para poder hacer comparaciones con los pacientes que sí lo reciben. Poco a poco, los médicos a lo largo de Europa dejaron de aplicar sus viejos tratamientos para ver qué pasaba. El resultado fue impactante. Se dieron cuenta de algo que, debido a la ausencia de experimentos controlados, Hahnemann no pudo ver: SIN ningún tratamiento, muchos pacientes se recuperaban mejor que con los tratamientos propios de la “medicina heroica”. Lo que Hahnemann atribuía a su medicina, no era sino la capacidad del cuerpo de sanarse a sí mismo.Como consecuencia de esta observación se comenzó a verificar y cuestionar la utilidad de los tratamientos médicos utilizados hasta entonces.El avance, sin embargo, fue lento. Muchos médicos insistieron en aferrarse a la “medicina heroica” a pesar de las protestas de sus pacientes, que en consecuencia comenzaron a desconfiar de sus medicinas y ello llevó la popularización de distintas pseudociencias tales como la homeopatía, hidropatía, quiropráctica, osteopatía, frenología, e incluso se vio un renacimiento del  mesmerismo. Esto, finalmente, presionó a los médicos a adoptar la nueva medicina científica, de forma tal que para principios del siglo XX, sólo quedaban siete medicamentos verificados en el botiquín de un médico, todos los demás “medicamentos” y tratamientos extremos del siglo XVII al XIX fueron desechados. Más aún, para finales del siglo XIX y principios del siglo XX muchos médicos llegaron a considerar con escepticismo la existencia de cualquier substancia a la que se le atribuyeran propiedades medicinales.

La teoría de los cuatro humores se desechó completamente y con ello desapareció la medicina que Hahnemann había llamado "alopatía" o “medicina heroica”. Desgraciadamente, el término se sigue usando para aplicarlo a la actual medicina basada en la ciencia, pero no hay que olvidar que el término “alópata” se refiere a un sistema médico obsoleto y arcaico que ya no existe. Irónicamente algunas terapias alternativas aun siguen usando sus conceptos, como el caso de las dietas  y medicinas “detox” que prometen restaurar el “balance” de los elementos del cuerpo.

A principios del siglo XX, un soñador y visionario llamado Paul Ehrlich descubrió un  medicamento, al que nombró “Salvarsan” y cuya funcionalidad pudo ser verificada. Se trató de un veneno modificado para que solo atacara a las bacterias y es lo que actualmente conocemos como sulfas. Las sulfas fueron el primer medicamento que funcionó con éxito contra una enfermedada grave, en este caso, la sífilis.El Salvarsán fue el primer medicamento moderno que daría lugar a una gran revolución en la medicina creando la ciencia de la farmacología;  pero esa, es otra historia.

Referencias y lecturas recomendadas: