Este logro ha producido cambios económicos, políticos y sociales —positivos y negativos—. Aunque hay razones para ser optimistas respecto al progreso continuo en salud pública y a la contribución de las ciencias biomédicas a vidas más largas y sanas, en los últimos años ha surgido una tendencia preocupante: el resurgimiento de proveedores y emprendedores que promueven productos y “estilos de vida” antiedad que, según afirman, retrasan, detienen o revierten el envejecimiento.
Aunque en la mayoría de los casos hay poca o ninguna base científica para tales afirmaciones[1–2], el público está gastando grandes sumas de dinero en estos productos, algunos potencialmente dañinos. Los científicos, al no participar lo suficiente en el diálogo público, han contribuido involuntariamente a esta proliferación. El propósito de este documento es advertir sobre intervenciones antiedad ineficaces o riesgosas y ofrecer una breve declaración de consenso —de 51 científicos internacionalmente reconocidos— sobre lo que sí sabemos y no sabemos acerca de intervenir en el envejecimiento humano.
Duración de vida
La duración de vida es la edad observada al morir un individuo; la vida máxima es la edad más alta documentada para una especie (por ejemplo, Jeanne Calment, 122 años)[3]. Registros excepcionales pueden subir, pero no implican que la especie esté cambiando: lo que ha cambiado son los entornos protegidos y los avances biomédicos, que permiten que más personas se acerquen a su potencial de longevidad[4–5].
Esperanza de vida
La esperanza de vida es el promedio de años por vivir a cierta edad, con riesgos de muerte actuales. En 1900, en países desarrollados, rondaba los 47 años; hoy, para recién nacidos en EE. UU., es ~77 años. El aumento histórico se debió sobre todo a la caída de la mortalidad infantil y materna. Repetir un salto de 30 años es improbable: para subir más, habría que añadir décadas de vida en edades avanzadas. Sin modificar procesos biológicos del envejecimiento, es poco probable superar sostenidamente ~90 años (sexos combinados) en este siglo[6–10].
Inmortalidad
Incluso eliminando todas las causas de muerte “relacionadas con la edad”, seguirían existiendo accidentes, violencias y los propios procesos biológicos del envejecimiento. La inmortalidad humana no es un escenario científico plausible[11–12].
Medicina geriátrica vs. envejecimiento
La geriatría es crucial para un mundo que envejece. Sus avances salvan vidas y manejan enfermedades degenerativas, pero tratan manifestaciones del envejecimiento; no el envejecimiento en sí. Aún no sabemos cómo modificar de forma segura y eficaz los procesos que conducen a la pérdida fisiológica progresiva[13–20].
“Medicina antiedad”
Quienes la promueven aseguran reducir, detener o revertir el envejecimiento con fármacos, vitaminas u hormonas[21–27]. Esas aseveraciones —repetidas por milenios— siguen sin evidencia robusta[28–35]. Un estilo de vida saludable (nutrición, ejercicio, no fumar) mejora la salud, pero no se ha demostrado que modifique los procesos del envejecimiento[32–35]. La cosmética o cirugía estética enmascaran signos, no cambian la biología subyacente. Hoy no existen intervenciones antiedad demostradas.
Antioxidantes
La teoría de radicales libres inspiró el uso de antioxidantes; frutas y verduras se asocian con menor riesgo de ciertas enfermedades[40–44], pero la evidencia en humanos para suplementos es limitada y algunos han mostrado efectos adversos (p. ej., betacaroteno)[45–51]. No justifican afirmaciones de “retrasar el envejecimiento”[52].
Telómeros
Se acortan con divisiones celulares y su longitud influye en la vida útil de algunas células[53–58]; al alargarla podría aumentar riesgo tumoral[59–60]. No hay evidencia de que determinen la longevidad humana.
Hormonas
Algunas hormonas (p. ej., GH, testosterona, estrógeno, progesterona) pueden mejorar parámetros fisiológicos bajo supervisión médica, pero no han demostrado desacelerar el envejecimiento y pueden causar efectos adversos[61–65]. Evitar su uso con fines “antiedad” fuera de indicaciones aprobadas.
Restricción calórica
En animales prolonga la longevidad; su efecto disminuye si se inicia tarde y los grupos control pueden estar sobrealimentados[66–71]. En humanos no hay prueba de extensión de vida; su adherencia es difícil. Interesa desarrollar miméticos farmacológicos más seguros.
“Edad biológica” y medición
El daño estocástico y la variabilidad genética hacen que la tasa de envejecimiento varíe entre individuos[72–76]. No existen, hoy, mediciones plenamente confiables que determinen “edad biológica real” aplicable clínicamente[77].
¿Genes que gobiernan el envejecimiento?
El envejecimiento no parece “programado” por genes específicos; más bien es un subproducto del abandono evolutivo tras el éxito reproductivo. Se han logrado grandes aumentos de vida media en modelos por vías que afectan desarrollo y metabolismo, no por “desactivar” el envejecimiento[79–91].
¿Podemos volvernos más jóvenes?
No. Enmascarar signos no revierte la degradación molecular acumulativa. Rejuvenecer integralmente requeriría reemplazar masivamente células y tejidos, algo hoy inviable.
Ingeniería genética
Aunque la genética molecular traerá tratamientos para enfermedades hereditarias y de la edad, intervenir directamente en el envejecimiento es improbable: no hay un “gen del envejecimiento” único, y mejoras en un rasgo pueden dañar otros[92–93].
Reemplazo de partes del cuerpo
La medicina regenerativa y las células madre permitirán tratamientos relevantes[94–99], pero “reemplazarlo todo” (especialmente el cerebro) pertenece, por ahora, a la ciencia ficción.
Estilo de vida y envejecimiento
Hábitos óptimos (dieta equilibrada, ejercicio, sueño, no fumar, moderar alcohol) previenen o retrasan enfermedades y aumentan esperanza de vida, pero no han demostrado alterar los procesos biológicos del envejecimiento.
Observaciones finales
Desde tiempos antiguos hay promesas de “juventud extendida” mediante métodos no probados. Seamos claros: hoy no hay cambios de estilo de vida, cirugías, vitaminas, antioxidantes, hormonas o técnicas de ingeniería genética que hayan demostrado influir en los procesos del envejecimiento humano[100–101]. Para vivir sustancialmente más, habría que modificar procesos biológicos múltiples y universales —hazaña aún no lograda—. Mientras tanto, la mejor estrategia es potenciar salud en cualquier edad: evitar tabaco, obesidad, sedentarismo y exceso de sol; y adoptar dieta y ejercicio adecuados[102–103].
Actualización 2025 (evidencia reciente)
- No hay fármacos aprobados para “envejecimiento” como indicación. La FDA no reconoce el envejecimiento como enfermedad; la aprobación se otorga por indicación específica (p. ej., diabetes), no por “anti-edad”.[A1–A2]
- TAME (metformina). El ensayo de AFAR busca evaluar si metformina retrasa eventos de enfermedades relacionadas con la edad; su puesta en marcha/financiamiento ha sido gradual y aún no hay resultados clínicos concluyentes sobre envejecimiento.[A3–A4]
- Restricción calórica en humanos. CALERIE mostró señales modestas en “reloj” de envejecimiento (DNAm pace) y biomarcadores, pero no evidencia de extensión de vida; adherencia y riesgos limitan su uso poblacional.[A5–A7]
- Senolíticos. Ensayos en humanos (p. ej., dasatinib + quercetina) avanzan en indicaciones específicas; resultados aún preliminares y con limitaciones.[A8–A9]
- Conclusión 2025. La recomendación central se mantiene: hábitos saludables comprobados sí mejoran salud y posiblemente healthspan, pero no hay intervención validada que ralentice el envejecimiento humano de forma clínica.
Autores y endosantes
Dr. S. Jay Olshansky, investigador principal y profesor en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Illinois en Chicago; Dr. Leonard Hayflick, profesor de anatomía en la Universidad de California, San Francisco; y Dr. Bruce A. Carnes, profesor de medicina geriátrica en la Universidad de Oklahoma. Olshansky y Carnes son coautores de The Quest for Immortality (Norton, 2001).
La declaración fue respaldada por, entre otros: Robert Arking, Allen Bailey, Andrzej Bartke, Carol W. Greider, Tom Kirkwood, Linda Partridge, Thomas T. Perls, Suresh Rattan, Jerry W. Shay, Jan Vijg, Andrew Weil, etc. Fue publicada en Scientific American y en Journal of Gerontology: Biological Sciences.
Referencias
- Workshop Report: Is There an Antiaging Medicine?. International Longevity Center; 2001.
- U.S. GAO. Antiaging Products Pose Potential for Physical and Economic Harm. GAO-01-1129; 2001.
- Allard M. et al. Jeanne Calment… W.H. Freeman; 1998.
- Carnes BA, Olshansky SJ, Grahn D. Popul Dev Rev. 1996;22(2):231-264.
- Finch C, Kirkwood TBL. Chance, Development, and Aging. OUP; 2000.
- Anderson RN. Nat Vital Stat Rep. 2001;48:1-40.
- Olshansky SJ, Carnes BA, Cassel C. Science. 1990;250:634-640.
- Demetrius L, Ziehe M. Proc R Soc Lond B. 1984;222:33-50.
- Demongeot J, Demetrius L. Population. 1989;2:231-248.
- Olshansky SJ, Carnes BA, Désesquelles A. Science. 2001;291:1491-1492.
- Carnes BA, Olshansky SJ. Exp Gerontol. 1997;32:615-631.
- Hayflick L. Exp Gerontol. 1998;33:639-653.
- Cassel CK, Cohen HJ, et al. Geriatric Medicine. Springer; 2001.
- Evans JG, Williams FT (eds.). Oxford Textbook of Geriatric Medicine. OUP; 2001.
- Hayflick L. How and Why We Age. Ballantine; 1994.
- Medina J. The Clock of Ages. CUP; 1996.
- Gosden R. Cheating Time. W.H. Freeman; 1996.
- Bailey AJ. Mech Ageing Dev. 2001;122:735-755.
- Bailey AJ, et al. Calcif Tissue Res. 1999;65:203-210.
- Wick G, et al. Vaccine. 2000;18:1567-1583.
- Chopra D. Grow Younger, Live Longer. 2001.
- Klatz R. Grow Young with HGH. 1998.
- Brickey MP. Defy Aging. 2000.
- Carper J. Stop Aging Now! 1996.
- Null G, Campbell A. Ultimate Anti-Aging Program. 1999.
- Pierpaoli W, et al. The Melatonin Miracle. 1995.
- Gruman GJ. Trans Am Philos Soc. 1966;56(9):1-102.
- Austad S. Why We Age. Wiley; 1999.

Corrección de estilo: | Elliot Payen; Luis Fabián Fuentes Cortés |
Revisión técnica: | Samantha McDermoth |